Unos días en Manchester
Lo mío con Manchester es especial. No es sólo por la ciudad, lo guay, divertida, interesante o cualquier otra cosa que sea. En mi caso, es más por las razones que me llevaron allí por primera vez. Manchester es donde está mi elección, pero no donde está mi sueldo, por desgracia. La última vez que anduve por allí, fue hace más de año y medio, cuando volví de Bahrein para recoger mis cosas y dejar la ciudad definitivamente. Era un buen momento para volver, y lo necesitaba.
Tuve tiempo de hacer un poco de todo en esta visita, la primera vez de vuelta. He podido hacer algunos recados y arreglar algunos asuntos pendientes que tenía. También pude pasar algo de tiempo con mi muy buen amigo y mejor anfitrión del mundo, Ray (¿digo siempre esto de todos mis anfitriones?). Pude salir, aunque odio salir por mi cuenta (Ray estaba demasiado cansado) y ver los nuevos bares que han abierto (¡un bar Eagle!). También pude ir a Liverpool, ver la ciudad y finalmente cumplir mi promesa de visitar a una ex-compañera de trabajo de mis años en Oxford, que está ahora haciendo su doctorado allí. También pude reencontrarme con algunos amigos de Ray a quienes ya conocí hace dos años y todos juntos tuvimos una barbacoa genial bajo la lluvia del noroeste de Inglaterra.
Pero lo más importante es que tuve tiempo de caminar mucho por la ciudad, sin prisas, música en mis oídos, cámara de fotos, sin distracciones... o mejor debería decir: con todas las distracciones que Manchester puede ofrecer. Y volví a experimentar las razones que me llevaron allí, los sentimientos. Me alegré de ver que aún están en mí, vivos aunque adormilados, como narcotizados por una vida fácil y moderadamente exitosa en Alemania que me temo que ni durará poco ni para siempre.
Y estos fueron mis cuatro días en Manchester. Las fotos vendrán pronto.
Tuve tiempo de hacer un poco de todo en esta visita, la primera vez de vuelta. He podido hacer algunos recados y arreglar algunos asuntos pendientes que tenía. También pude pasar algo de tiempo con mi muy buen amigo y mejor anfitrión del mundo, Ray (¿digo siempre esto de todos mis anfitriones?). Pude salir, aunque odio salir por mi cuenta (Ray estaba demasiado cansado) y ver los nuevos bares que han abierto (¡un bar Eagle!). También pude ir a Liverpool, ver la ciudad y finalmente cumplir mi promesa de visitar a una ex-compañera de trabajo de mis años en Oxford, que está ahora haciendo su doctorado allí. También pude reencontrarme con algunos amigos de Ray a quienes ya conocí hace dos años y todos juntos tuvimos una barbacoa genial bajo la lluvia del noroeste de Inglaterra.
Pero lo más importante es que tuve tiempo de caminar mucho por la ciudad, sin prisas, música en mis oídos, cámara de fotos, sin distracciones... o mejor debería decir: con todas las distracciones que Manchester puede ofrecer. Y volví a experimentar las razones que me llevaron allí, los sentimientos. Me alegré de ver que aún están en mí, vivos aunque adormilados, como narcotizados por una vida fácil y moderadamente exitosa en Alemania que me temo que ni durará poco ni para siempre.
Y estos fueron mis cuatro días en Manchester. Las fotos vendrán pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario