Toc toc toc
Hay viento y llueve rabiosamente. Es domingo por la tarde y no hay ni Dios por la calle (debe de estar en misa un día como hoy). Pero no me queda más remedio que caminar largas distancias. Ayer mi compañera china me prestó su bono trimestral para el autobús, pero hoy lo necesitaba ella así que me pongo el chubasquero y el pantalón impermeables y me lanzo a la extraña y lluviosa primavera que este año padece Inglaterra. Tengo que buscar nueva habitación y es bueno aprovechar los fines de semana porque a todo el mundo le viene bien y porque, si son como hoy, toda la gente está en casa. Con el plano de la ciudad en la mano vas buscando el camino más corto. Calle arriba, calle abajo, buscando el numero correcto. Te paras delante de la casa y le echas un primer vistazo. Miras el papel donde tienes anotada la dirección para asegurarte de estar en el sitio indicado y tocas a la puerta. "Hola, creo que ayer hablé por teléfono contigo, ¿es aquí en donde se ofrece una habitación en internet?"
La mayoría de la gente oferta sus habitaciones en internet y yo prefiero por lo general ponerme en contacto a través del correo electrónico porque me expreso mucho mejor (y entiendo mucho mejor) en inglés escrito que en oral. Sin embargo, una llamada de teléfono, un gasto de dinero al fin y al cabo, demuestra a los oferentes que tienes un interés real en esa habitación (así me lo ha confesado mi compañera y actual casera, quien me dijo que le sorprendió mucho que utilizase mi móvil español para aplazar la visita que tenía prevista cuando vine a ver la casa por vez primera). De hecho, yo también pongo mi propio anuncio pidiendo habitación y ahí sólo dejo una dirección de correo electrónico, pero no mi número, y especifico que prefiero el primer contacto escrito, no hablado.
Todas las visitas tienen algo en común: te plantas delante de la puerta, tocas y nunca sabes quién te va a abrir. Está claro que nunca lo sabes, lo que quiero decir es que ni te lo imaginas, pueden ser gente muy distinta: un niño pijo, un grupito de estudiantes, un tipo con aspecto sospechoso como de pederasta o algo así, un educado hombre de negocios, un sonriente y amable vietnamita, un negro con unas zapatillas con forma de balón de fútbol, una chica extranjera bastante fea, una mujer mayor casi diría que anciana... La forma que tiene cada un@ de enseñarme la casa vale tanto o más para mí que la casa en sí. Empezando por lo peor, hay personas que te dicen: "esta es la habitación, esta la cocina, este el jardín, este el baño, esto es todo". Y ya está. Todo lo demás que quieras saber lo preguntas y todo lo que quieres que sepan de tí lo dices mientras tu interlocutor/a no ponga cara de pensar 'y a mí qué me importa, chaval, ¿te la quedas o no?'. Algo aún peor es que quien te enseña la casa no viva en ella y no avise de que va a ir con una visita. Y lo que es rematadamente malo es que abra las puertas sin llamar. En ese momento pasas tú tanta vergüenza como las personas que han sido molestadas en la intimidad de su casa de alquiler. Entonces te das cuenta de algo tan simple como determinante para tu decisión: este hombre hará lo mismo el día que tu vivas en esa casa y otra persona quiera venir a verla.
Otra gente es mucho más amble. Se presentan, te extienden la mano, te enseñan la casa cuidadosamente, te explican cómo se organizan l@s actuales inquilin@s en las tareas domésticas y en los espacios comunes. Te invitan a pasar y observar cada habitación disponible y cada estancia común. Incluso te invitan a sentarte para tener una pequeña charla sobre las personas que allí viven y sus pequeñas historias. Te preguntan cosas sobre tí porque realmente les importa quién eres y con quién quizá compartan su casa durante una temporada. No les importa únicamente si tienes dinero para pagarles sino si eres lo suficientemente... lo suficientemente... lo suficie... ¡adecuado! para compartir esa casa. Otras veces se organiza una especie de pequeña reunión o encuentro entre l@s inquilin@s y yo porque quieren conocerme y decidir entre tod@s, una vez que yo me vaya, si les he gustado y si tod@s están de acuerdo en que podemos vivir juntos en caso de que finalmente me decida por su oferta. Suelen ser charlas bastante amenas. Y lo mejor de todo es que, en ocasiones, te dicen si quieres tomar algo, un té con galletas, un refresco, un vaso de agua... Lo cual me da una primera impresión muy buena.
Ya lo tengo decidido. Viviré en la casa de la señora mayor o en la del chico negro con las zapatillas con forma de balón de fútbol. Ella no vive en la casa sino que tendría yo que compartirla con otra persona que aún no se sabe quién es. El chico negro sí que vive en su casa, junto con su hermana y otras dos personas. El fin de semana próximo sabré por fin a cuál de los dos sitios me trasladaré próximamente. Y tú también los sabrás, visitante, si quieres y vuelves a visitarme.
2 comentarios:
¡Qué guay con casita nuevaaa! Un beso, y cuando la elijas pon un collages a ver cómo es ¿vale?
Vale, lo pongo fijo, pero cuando me instale, ¿de acuerdo. Bueno, a ver si me alquilan la que a mí me gusta, la de la señora mayor, porque en la otra parece que hay gente maja y la casa está bien pero no es nada del otro mundo... Joder, y hasta el fin de semana no me dicen nada, ¡qué rollo!
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