The Wolfson College
Ya lo dice la sabiduría popular: no hay mal que cien años dure. A pesar de la decepción por la no-visita de Richard y su hijo, preferí seguir con alguno de los planes que tenía. Para el sábado 23 al mediodía había quedado con Nico -Nicholas-, un compañero de trabajo mitad balear mitad escocés. Lleva muchos años en Oxford y es todo amabilidad, además de perfectamente bilingüe, así que las otras dos voces españolas de la empresa me lo señalaron como un guía perfecto para conocer esta ciudad. La idea era juntarles porque, además, Nico es osteoarqueólogo y Richard antropólogo, así que imaginé que se lo pasarían bien hablando de sus moviditas de huesos y cadáveres. Pero cancelados estos planes, acepté su invitación para ir a una summer garden party (una fiesta de jardín de verano) en su College: el Wolfson.
El College es como una residencia enorme tanto para estudiantes como para doctorandos, post-doctorados, profesores, investigadores y toda clase de especimenes que habitan el mundo académico. No sé cómo son los demás, pero Wolfson me encantó: zonas de relax, pequeños apartamentos, viviendas familiares, biblioteca, zonas de estudio, discoteca, embarcadero, elegantes salones, amplio comedor, unos jardines preciosos, un edificio moderno... Esto es la vida académica de una de las ciudades universitarias más famosas del mundo.
Nico juntó a un grupo tan diverso como interesante de amigos: una arqueóloga suiza, otra griega, un inspector de policía de Londres, un profesor de filosofía ya cincuentón, un alemán que sabe algo de español y algo más de catalán, el propio Nico y yo mismo. Pasamos una tarde muy entretenida charlando a pesar de que la lluvia aguó un poco la summer garden party. Había una pequeña tómbola, pasteles caseros, bebidas, dulces, música, batidos, helados... todo benéfico. Nos sirvió para conocernos un poco y todos hablábamos con todos. Entonces la lluvia paró y nos fuimos a hacer una de las cosas más típicas de Oxford: “punting”. El punting es una forma de navegación de recreo que se hace en unas barcas estrechas y muy largas empujadas por un palo muy largo que apoyas en el lecho del río para coger impulso, digamos que punteando el fondo. Además tomamos la bebida típica para hacer esto: el pimms. Fue muy divertido y relativamente fácil, al menos la teoría... A la hora de navegar yo fui incapaz de avanzar diez metros en línea recta a pesar de las explicaciones y los aspavientos de Nick, el profesor de filosofía y gran maestro del punting: “¡A la izquierda, a la izquierda! ¡No! ¡Ahora recto, todo recto! ¡Pero qué haces! No saques aún el palo del agua, úsalo como un timón ¡Ahora hay que dar la vuelta!”. ¡Qué vergüenza pasé! Pero él se lo tomó bien y fue muy paciente. Luego ya fui mejorando. Te incluyo alguna foto para que te hagas una idea de qué es esto de puntear.
Tanto navegar nos despertó el hambre, y lo que iba a ser pasar la tarde en una summer garden party acabó en irnos a cenar a un chino de buffet. Fuimos a uno que mis antiguos compañeros de casa, el matrimonio chino, me habían recomendado (¿nunca te han entrado ganas de preguntarle a un chino por un buen restaurante chino en tu ciudad? pues yo lo hice, y me recomendaron ese). Tuvimos una cena muy agradable e interesante, de nuevo todos hablando con todos sobre mil cosas distintas: desde el problema del alcohol y los jóvenes hasta que si tu dentista no te gusta yo te recomiendo uno.
Tras la cena hubo algunas despedidas, pero el resto del grupo no nos desanimamos sino todo lo contrario: nos fuimos a la fiesta que había en la pequeña discoteca del Wolfson College. Fue divertidísimo porque el sitio es pequeño, con la gente justa, sitio para sentarte, bebida baratísima (l@s camarer@s son voluntari@s del College), nadie o casi nadie fumaba, la música no estaba mal (a ratos incluso era buena porque Nick le aconsejaba al disc jokey qué poner) y seguí conociendo a gente interesante, como una japonesa muy simpática y marchosa que le gustó mucho lo que le conté de mi viaje a Japón del año pasado. Yo creo que el 80% o más de los que allí estábamos éramos extranjeros. Me presentaron gente de al menos 9 continentes, o yo qué sé, joder, ¡había gente de todos lados! La fiesta terminó pronto en la discoteca, tiene sus normas, como todo. Pero siempre hay algún arriesgado voluntario que ofrece su apartamento para que continúe allí la after party (después de la fiesta). También estuvo bien, más tranquilo, pero fue interesante ver aquello. Yo me reí mucho con Lars, el alemán que sabe español y catalán. Decía todo el rato: “mira eso, ¡hazle una foto para tu blog!”. Al final estábamos cansadísimos y volvimos a casa en taxi.
Desde las 15:30 que me encontré con Nico, Lars y la chica suiza, hasta las 3:30 que llegué a casa, me lo pasé tan bien, pero tan tan bien, que la sonrisa me duró todo el día siguiente.
Nico me ayuda un poco con el remo. Al fondo puedes ver la barca "capitaneada" por Nick.
Aquí estoy yo, en plena acción, a todo punting. Esta foto la tomó Fabien, la arqueóloga suiza.